“Usted tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser usada en su contra ante un tribunal. Tiene derecho a consultar a un abogado y/o a tener a uno presente cuando sea interrogado por la policía. Si no puede contratar a un abogado, le será designado uno de oficio”.
Ni quiero callarme, ni quiero que todo lo que diga se vuelva en mi contra, como siempre. Puedo dar mi opinión, un sólo punto de vista con algo de criterio, y a la vez ser criticado por dar una opinión a la que directamente me la atribuirán los más listos a contextos políticos-sociales. Hoy puedo decir cosas que me apetecen, o puedo permanecer en silencio como siempre, puedo dedicarle mi entrada a ciertas personas despojadas de mi vida y contaros por qué estoy enfadado con ellos, o puedo dedicarla, como siempre hago, a mi pasado. A buenos recuerdos, a malos recuerdos, a sinceros sentimientos o a simples errores. Hoy puedo contaros cosas con las que río, aunque ayer las lloré, y calmarme a mí mismo guardando el rencor de lo que nunca sabré, porque hay gente tan falsa e hipócrita en el mundo que la simple acción de desprecio es ya un privilegio.
Hoy puedo contaros cosas que no os he contado en todo este tiempo de silencio, ¿Pero para qué? Hoy soy libre para contaros, para cantaros, para criticaros. Y hoy no volverán estos pensamientos, puedo contaros cosas que me hacen feliz, puedo contaros que me siento mal, que me siento desprotegido, que me siento solo. Hoy puedo contaros lo que siempre quise:
Vuelves por unas calles oscuras después de media noche en el bar, coges por callejones que normalmente ni olerías, pero quieres llegar pronto a casa. Ya estás apunto de llegar, mientras subes las escaleras hacia tu casa te vas quitando los cascos y te das cuenta de que tienes la música demasiado alta, bien sea para no escuchar el silencio de tu soledad o porque te gusta escuchar la música a un volumen alto. Por fin, delante de tu puerta, sacas las llaves... Las giras... Y entras en tu casa. ¿Qué encuentras tú?¿Una familia?¿Gente viendo la tele esperándote?
Yo encuentro oscuridad, todas las luces apagadas, un silencio que canta a gritos y te señala mientras ríe y se burla: "Estás solo, estás solo". Tal vez encuentre, que de casualidad mi madre ha venido, no hemos coincidido y me ha dejado algo de comida y dinero. Y es entonces cuando mis 80 m. cuadrados de casa se convierte en el mayor laberinto de emociones que una persona puede visitar. Encrucijadas en cada puerta, en el salón, una sala de cines vacia, en los que piensas y me desmoronan la poca felicidad que me queda. Cada puto ladrillo cae encima de mí como problemas en lo que pensar y preocuparse. Día tras día, hora tras hora, minuto a minuto y segundo a segundo. Tal vez deba viajar más, irme con mis padres una temporada o tal vez tendría que esperar a que se muera la soledad, o muera yo.
Tal vez deba hacer caso y dejar de ser tan realista para mirar con unos ojos más optimistas, como hacía años atrás. Gracias a todos los que me leeis, me aconsejáis, os preocupáis por mí, me queréis o me odiáis. Pero sobre todo, gracias a los que me dejan permanecer en silencio.